Yasmín Sierra: “Cualquier mujer de hoy en día puede ser Soluna”.
Además de escribir narrativa, también eres poeta e historiadora. En tu novela Soluna, embrujos de amor y guerra, ¿hasta qué punto abordas la historia de una manera distinta a como lo harías con los recursos propios de la historiadora?
La poesía, la narrativa y la historia parten de un elemento común: la realidad. La poesía y la narrativa siempre nacen de una mirada, una imagen que te transporta a un mundo de iconografías y ensoñaciones que permanecen flotando en el espacio, y el escritor está ahí para apresarlos, entonces presto mis manos para que la vida transcurra por ellas, pero esta mirada o imagen inicial, cuando escribes narrativa, te puede perder entre ensoñaciones o imágenes poco concretas, entonces recurro a la historia para ponerlo todo en orden, o sea, crear una historia específica y precisa. Ese es el caso de Soluna y de otras novelas que he escrito, es la historia quien sujeta mis ficciones en tierra firme para no naufragar o perder al lector. Mi trabajo como historiadora me ha provisto de un entorno real donde ubicar a los personajes.
¿Y qué te motivó, en los tiempos actuales, a lanzar tu mirada sobre un periodo aparentemente superado de la historia de Cuba? ¿Qué fue lo que te atrajo de los sucesos conocidos como la Reconcentración de Weyler?
Escribir Soluna me llevó casi tres años, aunque ya poseía con antelación los elementos necesarios donde ubicar la trama, es una historia real: la de un país devastado. Y si en los tiempos actuales vuelvo la vista atrás y recreo en las páginas de Soluna todo lo que sufrió física y mentalmente la gente de aquella época es porque motivos superiores me impiden describir ciertas cosas que me suceden en lo cotidiano personalmente, entonces recurro a la extrapolación o la fantasía para decir lo que pretendo, no creo que las situaciones que se describen en la novela sean muy diferentes a muchas cosas con las que convivo a diario. Soy una mujer que lucha sola en un país asediado. No soy hechicera, ni tengo ningún parecido con Soluna, pero de alguna manera hay mucho de mí en ella, cada uno de los protagonistas de mis novelas posee la misma percepción de la vida que tengo yo.
Entonces, ¿la considerarías una novela histórica, o fantástica?
En la novela de Soluna hay mucha ficción, pero está ubicada en un marco histórico que fue real, y quien quiera saber cómo fueron los últimos años de la guerra de independencia en Cuba se enterará fielmente si le interesa leerla, esto puede parecer un poco pueril o intrascendente, lo que la hace atrayente, a mi ver, es el punto de vista del autor, la mirada delirante y esotérica con que Soluna se entrega al desvarío, a la vastedad de un ser constreñido pero que se reinventa y renace ante cada circunstancia adversa. Creo que es una historia de amor sin fronteras, sin tiempos que la recluyan, infinita. Cualquier mujer de hoy en día pude ser Soluna.
Naciste y creciste en La Habana, y la capital del país suele ser el escenario favorito de novelistas cubanos. Sin embargo, tú prefieres San Nicolás de Bari. ¿Este pueblito es realmente tan singular?
Contar la propia aldea para ser universal, dijo Tolstoi. Yo he elegido el habla de mi pueblo y es un acto voluntario y lúcido. Mi infancia en este pueblo pesa mucho en mí, este es un lugar muy peculiar, aquí conviven leyendas fundacionales, Guanamón es una aldea rural perteneciente a San Nicolás y colindantee con la costa donde se supone que Diego Velázquez fundó la primera Habana al sur, este sitio luego fue frecuentado por corsarios y piratas, y existen numerosas fábulas sobre tesoros sin dueño y bandidos difuntos que salen en la noche a cobrar víctimas; tierra de amores incestuosos, pactos suicidas, idiotas enamorados de vacas o gallinas, esclavos que aun arrastran sus cadenas… en fin, aquí he hallado infinito material para mis novelas. A Juan Rulfo, Faulkner, García Márquez, aunque no pretendo igualarme a ellos, les bastó algo similar para crear sus mundos irreales.
Ese amor trágico, y paradógico, que Soluna siente por el Capitán español, ¿viene del mismo amor que Yasmín puede sentir por la cultura de los colonizadores? Parece reflejar el espíritu martiano de hacer una “guerra sin odio” contra España. ¿Te consideras hispanista?
Me considero hispanista ciento por ciento, pertenezco a una familia de inmigrantes españoles que se instalaron aquí en el siglo pasado, como dijo el indio Garcilaso, no somos poetas por los genes que nos forman sino por la visión del mundo que tenemos, y esa se la debo a aquellos pobres inmigrantes que llegaron aquí sin nada y lograron levantarse y crear con tesón muchas cosas, aprendí a hablar el español con corrección gracias a ellos, las costumbres, los cantos, las comidas, los bailes, la virgen de Covadonga, las décimas o espinelas, hasta la anarquía en mi manera de actuar… todo lo que se forjaba en mi casa nos había llegado de España. Nunca he puesto un pie en el viejo continente, pero hay un sitio que amo, se llama Villar de Huervo, en Oviedo, Asturias, de allí vinieron mis antecesores, amo a España del mismo modo que amo a Cuba. Les debo tanto a mis antepasados, todavía recuerdo a mi abuela cocinando y recitando a Don Juan Tenorio o a Calderón de la Barca con sus décimas famosas. Ellos forjaron lo poco que he logrado ser.
A propósito, algunos de tus libros han sido publicados por el Frente de Afirmación Hispanista, incluyendo notables antologías poéticas. ¿Cuál es la importancia de esta institución?
El Frente de Afirmación Hispanista que dirige el reconocido intelectual mexicano Don Fredo Arias de la Canal ha rescatado a muchos excelentes escritores que estaban naufragando en el mar de la inercia por la poca atención que se les daba en su país, por el hecho de no haber publicado sus obras con asiduidad y por ser casi desconocidos en el mundo hispano. Haber conocido al Doctor Fredo Arias de la Canal me cambió la vida, como a muchos otros escritores, él me ha provisto de libros de poesía inestimables, de materiales sumamente valioso sobre la historia de la literatura hispana, me hizo conocer a escritores cubanos y de toda Hispanoamérica que apenas conocía, ha difundido la obra de autores valiosísimos, en fin, es un hombre que ha trabajado desinteresadamente por engrandecer la cultura hispana y de todos los países que la conforman. Su labor es encomiable y de un altruismo inmenso.
Hoy formamos una gran familia de escritores, y saber que el Presidente del Frente está ahí con ese coraje y entusiasmo, nos da fuerzas para proseguir en una carrera vergonzante, a veces me pregunto ¿qué importancia tiene la literatura en un mundo sin sentido? Hay que encontrarle un lugar a la literatura dentro de esa inmensa trampa en que se ha convertido el mundo. El Frente de Afirmación Hispanista y Don Fredo Arias de la Canal son una especie de conjuro contra el desamor y el olvido.
Soluna, pudiera considerarse una novela feminista. No solo la vida del personaje, lo que hace, lo que piensa, sino también el enfoque de la narradora parece que parten del interés de llamar la atención sobre la discriminación sufrida por las mujeres desde tiempos antiguos. ¿Quisiste llamar la atención como historiadora sobre la ausencia de mujeres en el imaginario patriótico, la subestimación de lo hecho por las mujeres en las guerras de independencia?
Alguien dijo, pretendiendo alabarnos, que detrás de todo hombre hay una gran mujer. A mí eso me parece una gran ironía: “detrás”, siempre “detrás”. A la mujer se le ha escamoteado todo desde la antigüedad. Hubo querellas entre griegos y troyanos, pero la causa de la guerra que se desata y se narra en la Ilíada fue por causa de una mujer. Para los hombres, todas debíamos ser como Penélope, tejiendo de manera interminable sin atreverse a tomar una decisión en ausencia del esposo. Por querer expresar y aspirar a ser, fue desollada por una turba de fanáticos la famosa filósofa y matemática griega Hipatia, y fue quemada Juana de Arco, Sor Juana Inés de la Cruz silenciada hasta el sometimiento… la lista sería interminable. Estoy convencida de que toda la literatura anónima que nos llega desde la antigüedad está escrita por mujeres.
Las mujeres siempre hacen lo que tienen que hacer, mientras los hombres hacen lo que les da la gana, viven de caprichos y vanidad. Ellas han sostenido, creado y mantenido la sociedad durante siglos. Antes me preguntaba por qué un día llegó el fin del matriarcado, lo primero fue el mantenimiento de la familia y ellas asumieron ese mandato, cuando apareció el excedente y los hombres fueron sus dueños todo cambió; al no poseer medios económicos suficientes por estar ocupadas en el mantenimiento de la familia, fueron relegadas, y llegaron a lo que son hoy, las emperatrices del hogar. Es doloroso.
Creo que, a pesar de todo lo que dicen que han hecho para mejorar la situación desastrosa de muchas mujeres, para mí es muy poco, tengo la convicción de que las luchas de clases en la sociedad no se dan entre la burguesía y el proletariado, sino entre el hombre y la mujer, ese es un antagonismo eterno. La mujer es abusada todos los días, en las guerras, en los actos heroicos que le escamotean, en todo.
Hay vínculos evidentes entre la historia de Soluna y la pintura de Cosme Proenza, cuya obra Cecilia Valdés ilustra precisamente la edición de Deslinde, a sugerencia tuya, por cierto. ¿Por qué escoger a este pintor cubano? ¿Quizás estos nexos comunes se encuentren en el barroquismo criollo, el protagonismo femenino, la voluptuosidad y la mezcla fascinante de encantos naturales, entre locura y misterio?
Creo que sí, que mi novelística se vincula con fuertes lazos a la pintura exuberante de Cozme Proenza, aunque no fui yo quien lo descubrió, en mi primera novela la editora lo dijo, ella ilustró Los cerezos de tu vientre con una pintura de Cozme, y en el caso de Soluna fue mi hija quien me dijo, al ver la pintura que él hizo de Cecilia: “Mami, esa es Soluna”.
La diferencia es abismal, Cozme Proenza es demasiado grande entre los pintores cubanos para pretender equipararme con él; de todas formas, adoro su pintura y no conozco adjetivos para definirla.
No son tantas las mujeres novelistas en Cuba. Encima, la historia de Soluna es la de una mujer situada al límite, rompe tabúes, se mueve en los márgenes no solo de la verdad histórica, sino de la realidad misma. En ese sentido, ¿cuánto tiene Soluna de Yasmín? ¿Te ha sido fácil, como mujer, encontrar tiempo para dedicarte a escribir, y ser reconocida por tu trabajo?
No ha sido fácil que me aceptaran y que pudiera lograrlo en una sociedad comandada por hombres. Son las mujeres quienes deben consentir sin chistar las cargas que impone la sobrevivencia diaria, y, emanciparse contra eso, salir de la crisálida es una faena que todas debemos asumir en cualquier momento de la vida, unas lo logran, otras no, pero eso me ha causado muchos rompimientos y emancipaciones que han dolido. Las mujeres aún no han tenido su Espartaco.
¿Tienes otra novela inédita? Si es así, ¿pudieras adelantarnos algo?
Tengo una novela en proceso de revisión, es la historia de una mujer que por romper los tabúes que le imponen, comienza a matar silenciosamente, no por odio ni resentimiento, eso ella lo dice en un momento de la novela, sino para acabar con esos entes difíciles que le amargan la existencia desde niña, es tan hábil que no deja indicios. Al final es recluida en un manicomio donde se encuentra con otras cinco mujeres que relatan los motivos que las llevaron a la locura, es una novela transgresora y no está hecha para ser leída por personas mojigatas, porque es bien difícil aceptar lo que ahí se cuenta.