Prólogo | “Aviso editorial”, sobre el libro “Temblor del vacío”, de Jean Aristeguieta
Gracias en primer lugar a Ida Parilli, sobrina de Elvira Senior, porque conserva los manuscritos y los ha presentado al Frente de Afirmación Hispanista, A. C., y gracias también al presidente de esta institución benefactora de la cultura hispana porque confió en Deslinde para su publicación, es que hemos podido rescatar los cientos de apuntes de Jean Aristeguieta recogidos en el presente libro.
Son anotaciones hechas en libretas de formato pequeño, de las que reproducimos además —siempre, sin excepción— esas fechas anotadas al final de cada texto, cuando así lo hizo, porque constituyen parte esencial del drama, del reloj de una escritura desplegada día a día, minuto a minuto, mientras le faltaba el tiempo o por el contrario sentía que le sobraba vida. La fecha primera es “7-6-12” y la última es “23-11-15”; sin embargo, la mayor parte de estos apuntes se escribieron en un lapso de siete meses, entre junio y diciembre de 2012.
“Diarios poéticos” llamamos a estos cuadernos. Contienen, al modo de una novela armada en tiempo real, de todo un poco, informaciones, recuerdos, y también incluyen otras voces, citas, cartas, aunque lo que más abunda son los versos y nunca falta el pulso de la lírica incluso cuando estamos ante una prosa. Nada hemos añadido ni quitado, cada epígrafe también proviene del original. Quisimos conservar la presentación de la escritura como aparece en los manuscritos, la composición con los saltos de línea, aunque se deba al molde forzoso de la hoja en blanco, algo difícil de dilucidar. Jean, que fue editora y gestionó la mayoría de sus publicaciones, nunca escribió poesía rimada y no gustó de las formas estróficas regulares, lo que se propuso con conciencia de estilo para ganar libertad expresiva, quizás ello le llevaba a preocuparse más por la estructura en dependencia del ritmo interno.
Dentro del rosario de catarsis, pudimos separar nueve cuadernos, diferenciados a partir del soporte y el contenido temático, divisiones evidentes a veces porque la autora así lo declara, como cuando se propone una “biografía poética” de Elvira Senior. Tomamos del original las numeraciones con que encabezó sus notas, y solamente las rectificamos o adaptamos cuando ha sido necesario, para beneficio del lector. Los títulos dados a los diferentes cuadernos, como el del libro, surgen de sus propios versos. Respetamos su escasa o casi nula utilización de signos ortográficos como fue característico siempre de su poesía.
Jean tenía ya más de noventa años cuando escribió con la pasión y perentoriedad que aquí remueve emociones. Lamenta el castigo de la pérdida física, pero también el abandono de la memoria y que su cuerpo no le responde, dice: “la mano que redacta / parece un navío en la tormenta“. Debemos señalar que revisamos sus manuscritos con mucho cuidado, con lupa —literalmente—, para ajustarnos única y exclusivamente a la verdad, sin ánimo de dejar nada afuera. Si persisten dudas sobre alguna palabra, así lo indicamos añadiendo un signo de interrogación entre corchetes [?], dicho lo cual resultan mínimos los naufragios donde el vacío de una palabra ausente se debe a que es… [ilegible].
En Temblor del vacío la autora intenta derrotar a la muerte, pero sobre todo a la soledad, encontrar compañía y conversación para siempre, lo que se resume en una sola palabra: amor. Busca respuestas a grandes preguntas restaurando con su letra un diálogo definitivo como la esperanza en la vida más allá de la muerte, por eso habla con el vacío que la rodea, con aquella Elvira Senior que yace bajo la tierra, también con la que cree sentir de regreso en un sueño o en el canto de un pájaro, con Dios, con recuerdos lejanos, con amistades que le envían consuelo en forma de poemas y mensajes desde «el más acá», con otros muertos a los que pide intercesión ante el destino, en especial poetas a los que trató o tutelares (Pizarnik, Lorca, Dickinson…), incluso se dirige a la libreta que le brinda el alivio del desahogo: “A este cuaderno humilde y verdadero / donde me comunico con las Musas / imploro que me ayude / con su alianza que da la poesía“. Asistimos a la desesperación locuaz de la expresión poética que se hiere, alumbra y calienta en un diálogo consigo misma, por conservar su identidad, a través de la búsqueda lúcida entre las sombras de la locura.
Es muy significativo que el último texto de estos cuadernos esté dedicado “A Safo de Lesbos”. Fue el mismo nombre que encontró siendo niña en una barca anclada en el Orinoco y que le despertó curiosidad y la atrajo a los misterios de la poesía.
Prólogo al libro Temblor del vacío (Ediciones Deslinde, Madrid,
2020), de la poeta venezolana Jean Aristeguieta.
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