Poesía | “De sapos y hombres”

Mujer volando en el universo.

Duele.
No es que lo que duela sea el engaño,
lo que duele es ver un mundo con gente envenenada.
Pienso en la infancia, no duele tanto.
Duele tener abiertos los brazos al sol y que te juzguen.
Duele que quieran apagar tu brillo.
Duele que duela la luz.
Duele.
Duele un relámpago recuerdo hecho caricatura.
Duele tu encaramelado «no te levantes todavía».
Duele tu voz pronunciando mi nombre,
Duele haberte transformado en príncipe.
Malditos sapos de cuatro ojos,
duele su ponzoña en los ovarios,
su asqueroso olor de moscas digeridas,
duele su croar inoportuno,
haciendo contaminación auditiva en este ya de por sí jodido planeta,
duelen sus saltitos cortitos sobre nuestro estómago,
su intento de sangre azul en las escamas.
Duele cuando por casualidad les veo por la calle.
Allí vas, de brinco en brinco,
dejando el rastro de tu hedor en las aceras,
inútilmente vivo,
haciendo de los otros peores personas.
Duele.
Duele tener que esconderse princesa en la mujer moderna,
para poder cazarlos sin que se asusten de esta condición de guerreras.
Hay que besarlos a ellos,
a los príncipes de cuentos,
para que de nuevo vuelvan a su esencia,
Llegar disfrazadas de brujas,
de poetas,
de enfermeras,
de niñas frágiles,
de artistas apasionadas,
de ligueros,
de putas,
de salvadoras de hombres,
de buenas cocineras,
disfrazarnos de sex symbol y escotes,
de conejitas,
de rojo y falditas cortas,
de bomberas,
de gatubelas,
disfrazarnos con mucha pasta,
disfrazarnos de hembras calientes,
y así,
cuando por fin sucumba alguno en nuestros labios,
darle un beso gitano que lo regrese a sapo.
Ya entonces podemos comenzar el aquelarre,
porque si cada una de nosotras
logra atraer al renacuajo más ponzoñoso que conozca
haremos un caldero exquisito,
y volverán los cuentos de hadas,
los hechizos de doncellas,
los frutos prohibidos en nuestras piernas.
Volverán los pájaros de fuego,
desde lo eterno,
desde lo imperecedero,
Apareceremos inconfundibles en un solo elemento.
Y los hombres no serán más hombres.
Y las mujeres serán más mujeres.
La raza extinta dará un giro hacia la luna,
y a imagen y semejanza,
todas juntas,
volveremos a crear un nuevo espectro,
hecho con nuestras manos desde el barro,
en una danza de risas, cantos y fortuna,
hasta que de pronto,
estará esculpido
y habrá creado la mujer al ombre a su imagen
y no se llamará hombre,
se llamará ombre,
a imagen de la mujer lo crearemos
y nosotras nos llamaremos Hhembras.

Tomado de la antología Más allá del miedo es mi casa “Mujeres poetas
contra la violencia” (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021), con selección de
Ivonne Sánchez-Barea e Ileana Álvarez, y prólogo de Milena Rodríguez Gutiérrez.