Crímenes casi perfectos. Cinco escritores asesinos
Escribir sobre el crimen perfecto puede sumir a cualquier escritor en largas jornadas de lucha con la hoja en blanco. Quienes se dedican a ello tienen la enorme misión de que su relato cumpla con las expectativas del lector. Patricia Highsmith, una de las mejores representantes de la novela negra estadounidense, decía que todo narrador del género debe de sentir una fascinación, o al menos empatía, con los asesinos. Pero, ¿qué pasa cuando quien escribe sobre homicidios y crímenes sin resolver, es también un asesino?
Por muy extraordinario que parezca, la historia de la literatura está llena de ellos, varios con una larga —o prometedora— carrera literaria. Conocerlos podría confirmar la tesis de algunos psicoanalistas que no dudan en estrechar lazos entre el ingenio y las conductas sociópatas. Si bien no es una regla general, la historia del arte ha dado verdaderas muestras de individuos cuyos niveles de criminalidad son proporcionales a su capacidad de creación.
Hay crímenes reales que han inspirado obras completas, tal es el caso de la Dalia Negra, ficcionada en un libro con el mismo nombre, escrito por James Ellroy. Pero, en este listado, solo seguiremos el rastro a autores que han hecho de sus vidas una macabra recreación literaria de crímenes casi perfectos.
Liu Yongbiao
Un escritor que en su obra colocó las pistas de sus crímenes. Esta es la historia de Liu Yongbiao, nacido en una de las provincias más pobres de Shanghái, en China.
Las autoridades descubrieron sus crímenes 23 años después de que asesinara a cuatro personas, tres de ellas miembros de una familia. Mientras las décadas pasaban y el caso seguía sin resolver, Liu se convertía en un prometedor escritor. Varios de sus libros, como The Guilty Secret, hacen mención a los hechos ocurridos en 1995.
Liu colocaba algunas pistas en su obra, y además soltaba algunas frases que podrían ser tachadas de preocupantes a los medios chinos. Según informó The Daily Mail, el escritor confesó en una entrevista para la Televisión Central de China que algunas de sus historias se inspiraron en pensamientos propios sobre el asesinato.
Cuando ocurrieron los crímenes en un hostal, la policía analizó unas 60 mil huellas dactilares y entrevistó a todos los huéspedes. Solo había una pista clara, y era que los sospechosos provenían de la provincia de Anhui —la misma en la que había nacido Liu— por su marcado acento, según información recopilada por la BBC.
Más de dos décadas después, las autoridades reactivaron una investigación que habían dado por perdida, al encontrar pruebas que finalmente inculparon al escritor y a su cómplice. En 2018 fue sentenciado a muerte.
Richard Klinkhamer
A Liu y Klinkhamer los puede unir el hecho de que, tras asesinar a personas, escribieron sobre ello. Este asesino holandés mató a su esposa, evadió la justicia y luego escribió un libro sobre cómo debió matarla.
Los hechos ocurrieron en 1991, cuando se convirtió en el primer sospechoso tras la desaparición de su pareja, una situación que no pasó desapercibida en los medios de los Países Bajos.
Pese a ser detenido, las autoridades no le imputaron cargos. Tiempo después propuso a una editorial la idea de un libro que narrara las diferentes formas en que podría asesinar a su compañera. La historia fue rechazada y Klinkhamer se mudó a Ámsterdam, según informó The Guardian.
Tras su traslado, Klinkhamer puso en alquiler la casa en la que vivía y que también ocupaba como un estudio para esculpir. Los nuevos inquilinos se toparon con un macabro descubrimiento.
Con el fin de adecentar el jardín, al realizar excavaciones, la pareja que vivía en el inmueble encontró unos restos de cuerpo humano. Enseguida llamaron a los forenses. Y, a través de la dentadura, se identificó el cuerpo de Hannelore Larentia Klinkhamer-Godfrion, la esposa del escritor.
Klinkhamer terminó por aceptar el crimen, y dijo a las autoridades que en medio de una discusión había golpeado a su esposa con un objeto contundente. Comprobó que la mujer no daba señales de vida —según sus declaraciones— y excavó una fosa de casi dos metros en una caseta que servía de bodega. Desde entonces, había vivido interpretando a cabalidad el papel de viudo doliente.
Anne Perry
Su literatura transita entre el género detectivesco y el misterio, dos características que bien pueden definir su vida. Pero, quienes leen una obra de esta escritora británica, deberían saber que a los 15 años participó en el asesinato de la madre de una de sus mejores amigas.
Todo ocurrió el 22 de junio de 1954, cuando conoció a Pauline Parker. En ese momento, su padre se había mudado a Nueva Zelanda.
Envueltas en un velo de fantasías, ambas tenían planeado fugarse a los Estados Unidos para que nadie pudiera separarlas. En ese plan, Honora Rieper, la madre de Paulina, era vista como un obstáculo, así que decidieron matarla.
El crimen fue brutal. La golpearon 45 veces en la cabeza con un ladrillo envuelto en una media.
Ambas fueron sentenciadas a cinco años de prisión y salieron bajo la promesa de no volver a verse. Perry, cuyo nombre de pila es Juliet Hume, tuvo que rehacer su vida. Se cambió de nombre, se hizo mormona, y también llegó a convertirse en una superventas en el género de novela negra.
“Es vital para mí seguir explorando asuntos morales”, dijo en una entrevista a The Guardian hace 18 años, una de las pocas que ha concedido para hablar sobre el tema.
Sus libros también hablan sobre el pecado, el arrepentimiento y la búsqueda constante de la redención. A sus 83 años continúa en plena actividad literaria.
Kristian Bala
El novelista Kristian Bala fue capaz de ejecutar el crimen perfecto, si tan solo tres años después no lo hubiera narrado en un libro. Un desliz cargado de vanidad.
Los agentes no daban con el culpable del cuerpo sin vida de Dariusz Janiszewski, que fue hallado flotando en la ciudad polaca de Wroclaw, con las muñecas atadas a la espalda y signos de ahogamiento. Hasta que apareció la novela Amok, firmada por Bala.
Esta obra relata a detalle un asesinato con todas las características del cometido contra Janiszewski. Cuando los oficiales recibieron un ejemplar, fijaron como principal sospechoso al escritor. Ciertos ingredientes lo unían con los hechos; por ejemplo, el parecido casi autobiográfico con el asesino de la ficción, y la relación real del muerto con la ex esposa del autor. A pesar de ello, en un principio no fue considerado culpable.
Pero, años más tarde, aparecieron más pruebas. Las autoridades rastrearon una de las últimas llamadas que recibió Janiszewski, y encontraron que había sido realizada con el mismo teléfono que Bala subastó por Internet días después de los hechos.
En 2008 fue declarado culpable, y condenado a pagar una sentencia de 25 años de prisión por planear y ejecutar el asesinato. Aunque en todo momento ha dicho ser inocente, y que la historia de su novela fue inspirada por reportes periodísticos que hablaban del caso.
Óscar Castro Cedeño
Castro Cedeño vivía dos vidas: por las mañanas podía parecer un personaje seductor, amable, con una vida cultural activa que pululaba entre la fotografía y la poesía; y por las noches, un depredador en serie.
Una crónica de 2012, publicada por el medio español El Periódico, anuncia el arresto del artista ecuatoriano que había llegado a Barcelona en 2007. Las pesquisas se iniciaron tras la muerte de Crispin Scott, un joven estadounidense de 20 años.
Autoridades de Barcelona allanaron la vivienda del poeta después de acumularse fuertes sospechas, donde encontraron una serie de fotografías de jóvenes desnudos y presuntamente violados.
El método empleado por el artista consistía en llevarlos a su apartamento y drogarlos, para luego agredirlos sexualmente. Las imágenes tomadas por el poeta, respondían a un patrón que se repetía en toda la serie: las víctimas salían vestidas y luego desnudas. Él tomaba las fotos, evitando que saliera su rostro u otra parte de su cuerpo.
Tras un pacto con el fiscal, Cedeño fue sentenciado a 16 años de prisión.
Conocemos sus macabras historias reales, porque fueron apresados, o porque ellos mismos cedieron a la tentación de entregarse en sus libros. Sobre la empatía de muchos autores por la figura y la psicología del asesino, conocemos únicamente sus ficciones, con crímenes a veces “casi” perfectos.