El alma de Isabel Diez en palabras
El alma se recrea en la palabra (Ediciones Endymion, 2019), es el nuevo libro de Isabel Díez Serrano (Sevilla, 1940), poeta y promotora cultural, Premio Vasconcelos (2015), galardón que desde 1968 entrega el Frente de Afirmación Hispanista de México —año en que lo obtuvo el poeta León Felipe— a personalidades que se han destacado en la defensa de la cultura y las letras hispánicas.
El poemario fue presentado recientemente en el Centro Cultural de San Lorenzo de El Escorial, por José Antonio Vara, ex concejal de Cultura, y Julia Sáez-Angulo, poeta y periodista, en el marco de sus fiestas tradicionales. Allí estuvimos en representación de Ediciones Deslinde para compartir la alegría de la amiga y sus lectores.
Con más de cuarenta libros publicados, la obra de Isabel ha sido traducida al inglés, francés, italiano, ruso, japonés, y muchos de sus textos se han musicalizado. Ganadora de numerosos premios, incluida en el Diccionario de autores españoles, su labor también como promotora y animadora cultural es bien destacada, dirige la Revista literaria Oriflama, es fundadora de la tertulia poética Príncipe de Asturias y preside el Foro Área de las Letras del Ateneo Escuarialense.
En el prólogo de su nuevo libro, el poeta cubano Adalberto Hechevarría advierte que en la obra de Isabel “hay una manera especial de tratar el dolor y la tristeza como algo que, una vez sufrido, fortalece el alma para seguir amando las cosas bellas de la vida”. Y precisamente es ese reconocimiento y asombro ante la belleza, siempre íntima, salvadora, liberadora, el hilo conductor que hilvana los textos en prosas y los textos breves (a veces haikus) que los anteceden. Belleza que se corporiza, se torna tangible en la mirada atenta, amorosa sobre el Otro, Alma o Naturaleza: «Alzo los ojos / agua y sed de mi vida, / Tú la encendiste».
La poesía de Isabel, indaga, sin estridencias ni amaneramientos, en los grandes temas que han obsesionado a los escritores desde sus orígenes: amor, muerte, sueño, Dios, realidad, naturaleza, política, tiempo… Nada olvida esta alma despierta, nada desdeña en esa recreación que como el rayo, no cesa en la palabra. Su acercamiento a estas constantes siempre es sutil, no busca tanto respuestas, sino formular nuevas preguntas, aportar su propia experiencia, sus propias ensoñaciones; y eso sí, abrir otras posibilidades de entendimiento y reafirmación de su propio mundo interior: «Que nunca el desaliento, la culpa o el pecado detengan mi andadura, yo caminado en la luz, la perfección. Tú solo, mi espejo, mi aleteo…»
La lectura de este poemario imanta, enamora y nos trasmite, a pesar del dolor y la angustia relatada, un estado de paz y confianza en una mañana mejor. Si una palabra buscara para definirla, sería resurrección, con todo lo de misticismo y realidad conlleva. La nobleza del haiku, su contrición donde se funden naturaleza, tiempo y ser, actúa como una balanza poderosa ante el torrente de la prosa poética, las formas actúan como en la vida, equilibrando. En estos versos se nombra el fuego devorador de las moradas íntimas, la ceniza, la sombra, la miseria, pero no vencen, al final siempre hay un resurgir, un nuevo renacer sobre:
La tierra hierve ahora como un ascua divina y el dolor ya no duele ni crece como el recién nacido.
Seguiré respirando, fresco sonido extinto. A veces sombra.
Ya hay rosas de silencio alrededor.