Novela | “Inicio de los sucesos”, un capítulo de la novela “Desborde”, de Lázaro Rodríguez Paz
Trillo afirmaba que el principio de todos los sucesos que pasaron en La Meseta, para bien o para mal, los había provocado Virola. El último de los Macurije era su amigo de la infancia y solo a él le contaba cosas con cierto sentido; con los demás no era así, los más jóvenes le seguían y oían sus meditaciones referentes a su insólita comunicación y, cuando se le acercaban, Virola cambiaba el rumbo. No hablaba con nadie de ningún tema, solo se le escuchaban frases en idiomas diferentes y repetía números y más números, con códigos y cosas extrañísimas.
Decía Trillo que, en ocasiones, estando solos, le preguntaba a Virola discretamente, para tratar de no alterarlo, que si no era posible que estuviera equivocado, porque tal vez la comunicación que él pensaba que era con otro planeta habría sido con otro país; o a lo mejor se había comunicado con un avión que iba pasando. Y el popular personaje, demorando su respuesta, se le quedaba mirando a través de sus lentes redondos y gruesos como lupas, y al rato, con la vista en la tierra, le contestaba que hacía mucho tiempo podía comunicarse con otros países, con aviones, incluso con naves de otras galaxias, pero ahora no. Virola le afirmaba a Trillo que se trataba exactamente de otro planeta, y lo que no lo dejaba dormir era que no le habían contestado. Él sabía perfectamente que su mensaje lo habían recibido y tenía en su poder la grabación de entrada al sistema Yem, que él había grabado del aparato contestador de aquel planeta. Y así, mirando detenidamente al cielo, se absorbía en sus pensamientos. El pobre Virola ya no podía contener todas las cosas que pasaban por su mente y entonces desbordaba sus ideas con soliloquios desequilibrados, sin importarle lo más mínimo la presencia de quienes vivían en La Meseta.
Trillo sabía todo lo que había pasado. Nada era igual desde el tiempo de la Amnesia Global que dejó la pandemia, todos los adelantos tecnológicos de la Tierra se habían olvidado, los aviones volvieron a utilizar motores de hélices e instrumentos de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, los barcos igual, nadie recordaba para qué servían los computadores y teléfonos celulares, los satélites nunca más se usaron. Por eso para todos eran tan descabelladas las cosas que estaba diciendo el último de los Macurije. A Trillo le parecía que Virola no había padecido la pesadilla del borrón de memoria, sabía andar con todos los equipos, puede ser que, como ya desde antes su cerebro estaba atrofiado, a él no le afectaron para nada los males que produjeron las pandemias.
Si extraño y disparatado le parecía a nuestro informante, y a todos los vecinos del poblado de La Meseta, la dichosa comunicación de Virola con extraterrestres, mucho más impactados quedaban sus antiguos amigos de estudio, actuales profesionales y científicos radicados en otros países, cuando Virola les contaba, a través de su improvisada planta de radio, que había logrado introducir un mensaje en un planeta que no existía ni en los más recientes estudios del sistema solar.
Si esto lograba impresionar a sus amigos, entonces imagínense por un momento todo lo que se produjo en el planeta Yem cuando la señal del último de los Macurije entró en su espectro electromagnético.
Capítulo de la novela Desborde (Ediciones Deslinde, Madrid, 2021), de Lázaro Rodríguez Paz.
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