Reseña | La voz de los poetas: más de cuatro mil sonetos
La editorial Deslinde, con el apoyo de Frente de Afirmación Hispanista, A.C., que preside Fredo Arias de la Canal, mecenas creador del Premio Vasconcelos, sigue editando diversos autores de lengua castellana, entre los que sobresalen los hispanoamericanos.
Me referiré a uno de ellos, el chileno Alfonso Larrahona Kästen, conocido hace algunos años en Potes, Cantabria, en la entrega de un premio Vasconcelos. Allí se conoció además otros poetas de nombre y renombre, como el cubano Francisco Henriquez, quien falleció este año a los 94 años; Lorenzo Suárez Crespo; el ecuatoriano Rodrigo Pesantez y otros muchos de amplia obra meritoria y gesto entrañable.
Los dos tomos que hemos recibido de Alfonso Larrahona, uno de 550 páginas y otro de 620, aparte varias sin numerar, contiene unos cuantos cientos de sonetos, de dos a tres mil o tal vez más, —la cuenta puede hacerse exacta—, lo que resulta una gran riqueza sonetista para cualquiera poeta. Como es el caso para el autor que nos ocupa, al cual hace el prólogo Fredo Arias de la Canal, aprovechando, como mayor aporte a sus siempre doctas palabras, algunos sonetos que afianza el edificio sonetistico de Larrahona.
Y ya puestos, digo que cada soneto de este poeta chileno, Larrahona, tiene el valor de la calidad y la virtud de ser un verso de imágenes nada desproporcionadas y, por tanto, de figuras dignas de estima a la hora de la lectura y la valoración común.
Verso, dentro de los límites del soneto, para el recreo y el solaz del lector…
La mano de la madre era pequeña,
como un beso quizás, como un latido,
le daba a nuestro hogar nuevo sentido,
mariposa de amor, dorada enseña…
(…)
Mi cuerpo arrastra pálida memoria,
ancestrales leyendas lo edifican,
por vivir ensoñado crucifican
mi devaneo que no tiene historia…
(…)
El barco que esperamos ha llegado
y somos sus más fieles pasajeros,
porque hemos sido eternos pasajeros
del sueño que sabemos rezagados…
Discúlpenme los cuartetos trascritos de tres sonetos distintos. El resto de cada poema, sigue igual: son gratos a la lectura y gratos al sentido. Reitero, pues, que es una poesía asequible, de grata calidad degustativa para el espíritu. Verso, dentro de los límites del soneto, para el recreo y el solaz del lector…