Edición facsimilar.

Agregamos las memorias de José Gago, arquitecto militar diseñador de la fortaleza La Trocha de Júcaro a Morón (Cuba).

Eva Canel era el seudónimo de Agar Eva Infanzón Canel (Coaña, Asturias, 30 de enero de 1857-La Habana, Cuba, 2 de mayo de 1932). Escritora, periodista y colona española. Al cumplir quince años comenzó a trabajar como actriz en el teatro y conoció a Eloy Perillán y Buxó, director de la revista satírica La Broma, con quien se casó ese año. En 1874 él fue desterrado por publicar un panfleto “inconveniente”, y ella se quedó como directora de la revista. Pronto se reunió con él en Bolivia. También vivió en Buenos Aires y en Lima. Fundó diversos periódicos y revistas. Tras fallecer su esposo en Cuba (1889), se trasladó a vivir en la isla, donde creó La Cotorra, un semanario satírico que “no sabe tirar al sable y no se bate más que a picotazos”. Llegó a escribir en total siete novelas y cuatro dramas. Defendería siempre la causa de España como secretaria de la Cruz Roja y fundadora de centros de auxilio. Aunque resulta paradójico que, no obstante, declaró sentir gran admiración por José Martí, apóstol de la independencia cubana.

Unió su espíritu aventurero con el periodismo y las aficiones literarias. Vivió ocho años en Cuba, durante esta etapa es que se adentra en el interior de la isla (junio de 1897) para visitar primero Cienfuegos y, seguidamente, por mar, llegar a La Trocha, construcción militar que dividía a Cuba por la mitad desde costa a costa. La excursión emprendida con varios periodistas y el fotógrafo Efesio de la Cotera, tenía el propósito de desmentir que la soldadesca española estuviera padeciendo calamidades extremas. El resultado de su viaje como cronista es el presente Álbum de La Trocha.

Tras el fin de la Guerra de Independencia cubana regresó a la península y se instaló de nuevo en Madrid. Sin embargo, en 1899 volvió a Buenos Aires, allí fundó las revistas Kosmos (1904) y Vida Española (1907)​. En 1914 inició un viaje por Hispanoamérica, pero al llegar a Panamá cayó enferma y, aunque en un principio decidió acudir a una clínica de Estados Unidos, acabó por tornar a Cuba, para continuar su labor periodística y literaria, hasta que en 1924 su estado de salud empeoró y comenzó a tener crisis nerviosas y pérdida de la memoria. Falleció en La Habana el 2 de mayo de 1932, sus restos fueron trasladados a su pueblo natal en Asturias.